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Cómo la naturaleza almacena dióxido de carbono: Lecciones desde un volcán en el archipiélago de Svalbard

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Cómo la naturaleza almacena dióxido de carbono: Lecciones desde un volcán en el archipiélago de Svalbard
Cómo la naturaleza almacena dióxido de carbono: Lecciones desde un volcán en el archipiélago de Svalbard

Un laboratorio natural en el Ártico: El volcán Sverrefjellet

Un equipo de científicos del Trinity College de Dublín y del Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología de Italia ha descubierto cómo la naturaleza puede ofrecer soluciones duraderas para el almacenamiento de dióxido de carbono (CO₂). El lugar elegido: el volcán Sverrefjellet, situado en el remoto archipiélago de Svalbard, en el Ártico.

Allí, hace miles de años, el CO₂ magmático reaccionó con agua de deshielo glaciar, dando lugar a la formación de minerales carbonatados de calcio, magnesio e hierro dentro de la roca basáltica. Este fenómeno ha permitido crear un auténtico “laboratorio a cielo abierto” para estudiar métodos de captura y almacenamiento de carbono inspirados en la naturaleza.

¿Por qué es importante la mineralización del CO₂?

La lucha contra el cambio climático no solo exige reducir las emisiones de CO₂, sino también desarrollar tecnologías que permitan su eliminación segura y a largo plazo. Una de las estrategias más prometedoras es la carbonatación mineral, donde el dióxido de carbono reacciona con minerales naturales formando carbonatos estables e insolubles.

Sin embargo, este proceso ocurre muy lentamente en condiciones artificiales, especialmente cuando se trata de carbonato de magnesio (magnesita) o dolomita, que son los más estables y duraderos.

¿Qué descubrieron los investigadores?

Los científicos recolectaron muestras de basalto del volcán y las analizaron mediante difracción de rayos X y microscopía electrónica. Detectaron que las rocas estaban impregnadas de vetas de carbonatos que se formaron en una secuencia específica:

Carbonatos de calcio (proto-dolomitas): se formaron primero, cerca de la superficie de la roca.

A medida que disminuía el calcio, entraron en juego el magnesio y el hierro, formando carbonatos más estables como magnesita y siderita.

Esta evolución mineral refleja cómo cambian las condiciones químicas del agua que circula en el subsuelo durante el proceso.

¿A qué velocidad se forman estos minerales?

El equipo midió el grosor de las capas carbonatadas, de entre 40 y 320 micrómetros, y lo comparó con la duración estimada de la circulación de aguas hidrotermales: de décadas a cientos de años.

En condiciones naturales, la formación de magnesita ocurre a 60-220 °C, con una velocidad de crecimiento cristalino entre 10⁻¹⁴ y 10⁻¹¹ m/s.

A temperatura ambiente, este proceso tardaría cientos de miles de años.

A 100 °C, la velocidad de formación se multiplica por millones, lo que demuestra que la temperatura es clave.

¿Qué tan estables son estos minerales?

Carbonatos de calcio: inestables, pueden disolverse fácilmente si cambia la acidez o la química del agua.

Magnesita y dolomita: altamente estables, capaces de almacenar CO₂ durante millones de años.

Siderita (carbonato ferroso): menos estable, pero al oxidarse crea porosidad secundaria que puede favorecer la captura adicional de CO₂.

Conclusiones y aplicaciones para ingeniería climática

Los resultados de este estudio proporcionan una guía directa para los proyectos de captura y almacenamiento de carbono:

Para almacenar CO₂ de forma eficaz y permanente, se deben buscar zonas geotérmicas activas o recrear artificialmente condiciones similares:

Temperatura: entre 60 °C y 220 °C

pH: ligeramente ácido, entre 5 y 6

Esta investigación marca un antes y un después en la geoingeniería climática, al demostrar que la formación natural de minerales carbonatados estables es viable en condiciones controladas, acelerando así soluciones sostenibles frente a la crisis climática.

¿Cómo almacena la naturaleza el CO₂?
A través de un proceso llamado carbonatación mineral, el CO₂ se convierte en minerales estables como magnesita y dolomita dentro de rocas como el basalto, especialmente en zonas geotermales. Este método ofrece una vía segura, natural y permanente para capturar carbono, con aplicaciones clave en ingeniería climática.