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Cerrar la brecha energética en Líbano: gas natural, renovables y conectividad regional

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Cerrar la brecha energética en Líbano: gas natural, renovables y conectividad regional
Cerrar la brecha energética en Líbano: gas natural, renovables y conectividad regional

Líbano sigue sin disponer de su propio gas natural. Desde la aprobación de la ley de explotación del petróleo costa afuera en 2010, el país ha estado en busca de hidrocarburos, pero ha enfrentado grandes obstáculos. La parálisis política derivó en una inestabilidad institucional profunda, el colapso del sistema financiero y bancario, y el desinterés de muchas compañías internacionales por asumir riesgos en exploración y producción. En este artículo, sostengo que Líbano aún puede atraer inversiones al sector offshore bajo condiciones favorables; al mismo tiempo debe impulsar con mayor firmeza la energía renovable privada; y consolidar su inserción en proyectos energéticos regionales para evitar el aislamiento económico.

Antecedentes energéticos de Líbano

En 2018, las autoridades libanesas suscribieron contratos de exploración con un consorcio liderado por la francesa Total (como operadora), junto a ENI (Italia) y Novatek (Rusia). En 2020 ese consorcio inició exploraciones en el Bloque 4, al norte de Beirut, pero cerca de dos meses después anunció que no se había descubierto gas comercial. En 2023, una segunda exploración en el Bloque 9, al sur del país, también resultó infructuosa, con TotalEnergies y ENI como protagonistas. El gobierno relanzó en abril de 2019 una segunda ronda de licitaciones, pero después de numerosos aplazamientos la cerró en junio de 2023 sin éxito; solo las mismas compañías anteriores presentaron ofertas, y hubo desacuerdos sobre plazos y aportes financieros.

Aun así, el gobierno planea lanzar una tercera ronda de licitaciones, con fecha de cierre en noviembre de 2025. En paralelo, en 2022 se concretó un acuerdo marítimo entre Líbano e Israel, que abrió una ventana para la exploración del Bloque 9 y reactivó negociaciones con Chipre —y potencialmente con Siria— para delimitar fronteras marítimas.

Sin embargo, la crisis interna sigue siendo profunda: el vacío presidencial, la crisis financiera, las protestas de 2019 y la contaminación del conflicto regional han generado un contexto poco atractivo para inversiones de miles de millones de dólares en el sector energético. En este ambiente, los cortes eléctricos proliferan, y la generación privada por medio de plantas de energía fuera de la red ha sido el recurso inmediato. En medio de este panorama, la expansión de paneles solares en residencias y negocios ha sido una de las pocas luces de esperanza.

Frente a estas dificultades, el gobierno libanés ha considerado alternativas más pragmáticas. En 2025, el Estado de Catar propuso construir una planta eléctrica a gas natural (600-700 MW), financiada con capital de QatarEnergy y préstamos semiconcesionales del Fondo de Desarrollo Catarí (QFFD), junto con acuerdos de suministro a largo plazo. Dicha oferta podría aliviar la crisis energética, pero también plantea dilemas sobre el rumbo estratégico de Líbano: ¿se sacrifican las renovables? ¿Se compromete el país con contratos que limiten su flexibilidad futura? ¿Sigue siendo viable el desarrollo del gas local?

Para responder estas preguntas, es útil analizar tres ejes clave: la relevancia del gas para el futuro de Líbano; el posible conflicto entre gas y renovables; y la importancia de vincularse con proyectos regionales de energía.

¿Sigue siendo relevante el gas para el futuro de Líbano?

En el contexto global, el sector del gas y del petróleo afronta fuertes presiones por la transición energética y las exigencias climáticas. Pero, aun así, la demanda de gas natural sigue proyectándose al alza, aunque con amplias diferencias entre escenarios. El Agencia Internacional de Energía (IEA) proyecta que la demanda podría superar los 260 millones de barriles equivalentes diarios, mientras que OPEP prevé cifras cercanas a los 400 millones. En particular, la demanda de gas natural podría crecer un 32 % hasta 2050, superando 5.300 mil millones de metros cúbicos (bcm), siendo la generación eléctrica el principal motor de esa demanda.

En el ámbito regional, Oriente Medio seguirá siendo un foco de expansión gasífera. Para 2050 se espera que Oriente Medio, Eurasia y África concentren cerca del 90 % del crecimiento global en producción de gas. En el Mediterráneo oriental, Egipto lidera en producción (49,4 bcm en 2024), seguido por Israel (26,8 bcm). No obstante, la producción egipcia está en declive, mientras que Israel aprovecha sus reservas para exportar a países vecinos como Jordania. En 2025, Israel firmó un acuerdo con Egipto para suministrar hasta 130 bcm de gas entre 2025 y 2040, reforzando su papel como proveedor regional.

En Chipre también hay avances: Chevron lanzará producción en el campo Afrodite en 2027, mientras que ENI evalúa el proyecto Cronos para 2028-2029. Más relevante para Líbano, en marzo de 2025 Israel firmó un acuerdo con SOCAR (Azerbaiyán), BP y NewMed para explorar bloques marítimos adyacentes al Bloque 8 libanés. Esa proximidad geográfica exige que Líbano supervise los trabajos sísmicos y garantice que no se crucen líneas con su Zona Económica Exclusiva (ZEE). El acuerdo marítimo entre Líbano e Israel estipula que, en casos de yacimientos transfronterizos, ambas partes deben notificar a EE. UU. y negociar en conjunto.

Por lo tanto, aunque el contexto global empuja hacia lo renovable, para Líbano el gas aún representa una alternativa estratégica, sobre todo como “combustible de transición”. Pero es esencial reconocer que el país compite no solo con productores regionales, sino también con las propias ofertas que reciba dentro de su territorio (como la de Catar). Si los contratos de gas locales o importados no son atractivos, podrían restar eficacia al futuro sector.

¿Renovables frente a gas: habrá un conflicto?

El sistema eléctrico libanés depende casi por completo de combustibles importados: fuel oil, gasóleo, y plantas térmicas ineficientes. Esto, junto con cortes persistentes, convierte a las familias y a las empresas en generadoras por cuenta propia, usando diesel o generadores privados. En ese contexto, la explosión de instalaciones solares fotovoltaicas residenciales fue una reacción natural a la crisis.

Para 2023-2024, la capacidad instalada solar en Líbano superó los 1.000 MW, una cifra notable si consideramos que hace una década apenas se contaban decenas de megavatios. Pero ese crecimiento ha sido mayoritariamente fuera de la red eléctrica, impulsado por la urgencia más que por la planificación estatal. En paralelo, los objetivos renovables oficiales siguen dispersos, sin grandes parques eólicos o solares a escala de utilidad.

Las renovables ofrecen ventajas decisivas frente al gas para Líbano: su implementación es rápida; reducen la dependencia de combustibles importados; dan previsibilidad de costos; y pueden atraer financiamiento climático o concesional. Además, mitigan la exposición a la volatilidad de los mercados internacionales del gas.

Sin embargo, introducir gas como solución rápida puede generar tensiones presupuestarias e institucionales. Infraestructuras como plantas a gas o terminales de importación requieren elevados recursos, acuerdos de largo plazo y compromisos que podrían obstaculizar el despliegue renovable si no se diseñan con equilibrio. En otros países, contratos de gas a largo plazo han “secuestrado” el espacio para nuevas energías limpias.

Por ello, un diseño inteligente de las políticas es urgente. Cualquier contrato de gas —o planta asociada— debe incluir inversiones paralelas en renovables. Debe quedar claro, desde el diseño institucional, que el gas es un puente temporal, no un ancla hacia un futuro fósil. También debe asegurarse que los costos del gas no desincentiven la inversión privada en solar, eólico u otras tecnologías limpias.

Respecto al transporte de gas: hoy por hoy, el gas importado tendría que llegar a Líbano vía el Gasoducto Árabe (AGP) hasta la planta de Deir Ammar, al norte del país. Pero ese canal no es gratis ni sencillo. El gobierno debe calibrar bien si ampliar la infraestructura del gas compensa sobre el impulso de renovables, particularmente en un país con red eléctrica debilitada.

La oferta catarí podría encajar si se condicione su desarrollo con incentivos y salvaguardas para renovables, con un marco regulatorio independiente que supervise precios, cronogramas y licitaciones ambientales. También es fundamental que parte del espacio fiscal que genere el gas no seriamente comprometa la financiación del despliegue solar y eólico.

Conectividad energética regional: clave para evitar el aislamiento

Líbano se encuentra en una región que está rediseñando sus corredores económicos y energéticos. Proyectos como el Corredor Económico India-Oriente Medio-Europa pretenden reforzar conexiones entre África del Norte, Oriente Medio y Europa. Al mismo tiempo, iniciativas eléctricas como el Great Sea Interconnector (Israel-Chipre-Grecia), el proyecto GREGY (Egipto-Chipre-Grecia), y la iniciativa TeraMed (ambición de desplegar 1 TW renovable en el Mediterráneo para 2030), buscan unir mercados eléctricos y promover exportaciones renovables al continente europeo.

En el ámbito gaseoso, aunque el Foro Gasífero del Mediterráneo Oriental (EastMed Gas Forum) existe, no ha logrado materializar grandes proyectos de conectividad energética con fuerza. Líbano ha estado marginado históricamente de estas iniciativas, por su alineamiento con ciertos países y sanciones regionales, especialmente en relación con Siria.

Un caso emblemático fue el intento en 2021 de exportar gas egipcio a Líbano a través de Siria utilizando el AGP. Pero las sanciones estadounidenses impuestas a Siria (la Ley César) hicieron inviable ese plan. Incluso si hoy la situación política ha cambiado, Egipto enfrenta ya bajos niveles de producción y debe priorizar su propio mercado.

No obstante, Líbano tiene urgencia de romper su aislamiento energético. Una propuesta que surgió durante una visita chipriota fue conectar Líbano con Chipre mediante un cable eléctrico submarino, algo que fue rápidamente descartado por su complejidad técnica. Pero la cuestión de fondo no es tanto el costo, sino la voluntad política de integrarse energéticamente al entorno regional.

Una hoja de ruta útil sería:

Retomar negociaciones marítimas con Chipre y Siria para consolidar fronteras y oportunidades comunes.

Estudiar interconexiones eléctricas con Chipre, Egipto, Jordania y Siria —aunque los costos sean elevados, el valor estratégico es alto.

Apoyar la integración de Líbano en corredores de energía renovable mediterráneos, aprovechando fondos de la Unión Europea y organismos multilaterales.

Posicionarse como un nodo energético potencial, con capacidad tanto de generación renovable como de tránsito energético regional.

Este giro no solo mitigaría el riesgo de exclusión, sino que ofrecería nuevas fuentes de financiamiento y alianzas regionales para acelerar la transición energética del país.

Recomendaciones de política pública

Sobre la base de este análisis, propongo las siguientes recomendaciones estratégicas al gobierno libanés:

Estrategia energética dual (gas y renovables):

Considerar el gas como combustible transitorio, sin desplazar inversiones limpias.

Cada acuerdo de gas debe incluir cláusulas explícitas de inversión en renovables.

Establecer hojas de ruta concretas para que el gas pierda peso en la matriz a mediano plazo.

Modernizar el régimen de licencias e instituciones:

Agilizar procedimientos de exploración y concesión.

Fortalecer la independencia y profesionalización de entidades reguladoras.

Ajustar términos fiscales y contractuales para atraer compañías medianas (como Energean, SOCAR).

Impulsar una política de transparencia en cada etapa de los contratos energéticos.

Condiciones indispensables en acuerdos de gas:

Contratos claros con tarifas, entregas y mecanismos de resolución.

Supervisión independiente y auditorías ambientales y financieras.

Plazos limitados: el gas no debe comprometer la estrategia limpia futura.

Garantías para que los costos del gas no reduzcan la capacidad estatal para financiar renovables.

Impulso a renovables distribuidas:

Facilitar créditos blandos, garantías respaldadas por donantes y alianzas público-privadas para hogares y PYMEs.

Simplificar permisos, conexión a red y trámites burocráticos para instalaciones solares en techos.

Promover microredes solares en zonas remotas o afectadas por conflictos.

Desarrollar proyectos solares y eólicos a escala de utilidad:

Diseñar convocatorias competitivas, transparentes y escalables.

Financiamiento con apoyo climático, multilaterales y cooperación europea.

Asegurar que la red eléctrica evolucione para integrar renovables (flexibilidad, almacenamiento, redes inteligentes).

Diplomacia energética y enlace regional:

Reactivar diálogo con Chipre y Siria para acuerdos marítimos y energéticos conjuntos.

Explorar interconexiones eléctricas transfronterizas.

Atraer proyectos de exportación limpia en el marco de iniciativas mediterráneas.

Insertar el gas libanés como alternativa para países como Egipto o Siria, y mostrar que Líbano puede ser un actor energético confiable.

Conclusión

El sendero energético que elija Líbano marcará su destino económico, social y ambiental. Aunque el sueño del gas ha sido esquivo hasta ahora, no resulta contraproducente seguir apostando si se diseña con prudencia e incentivos adecuados. Pero es esencial que el país no se quede atrapado en un futuro fósil: debe fortalecer desde ya el sector solar, eólico y de redes inteligentes. Finalmente, el aislamiento no es una opción. A través de audaces sinergias regionales, alianzas estratégicas y una diplomacia energética efectiva, Líbano puede dejar de ser un “país aislado” para convertirse en un nodo energético del Mediterráneo. Si se balancean bien las inversiones públicas y privadas, y si la visión energética está clara y es compartida, Líbano puede cerrar su brecha energética y mirar hacia un futuro más resiliente, limpio y conectado.