Nos hemos vuelto tan ocupados en los días de hoy que muchas veces estamos desconectados de la naturaleza. Es útil reaprender —o simplemente recordar— lo fundamental que resulta reconectarse con el entorno natural, porque nuestra supervivencia y bienestar dependen de ello.
Esta reflexión vino de boca del residente de Ramara Ken Szijarto, durante una caminata guiada que encabezó el reconocido naturalista local Bob Bowles, en el bosque Copeland, dentro del contorno de la inquietante e invaluable Morraina de Oro (Oro Moraine).
Un guía local con mucho que enseñar
Aunque Bob Bowles no tiene el perfil nacional de figuras como el biólogo y divulgador David Suzuki, su reputación entre sus vecinos y apasionados de la naturaleza es formidable. A sus 80 años, Bowles continúa actuando con energía y compromiso, animando a que otros re-descubran —o descubran por primera vez— el valor de los ecosistemas que les rodean.
La mañana del domingo, más de treinta personas se reunieron con él en Vicki Tree Yoga and Wellness, situada en la línea 5 al norte del municipio de Oro‑Medonte, para adentrarse juntos en el bosque Copeland y recibir sus explicaciones sobre la Moraine de Oro.
Con paso pausado, el pequeño grupo avanzó en fila india por senderos estrechos —más adecuados para fauna que para humanos con bastones— y cada vez que Bowles hallaba algo digno de atención, se detenía. Inmediatamente se formaba un círculo a su alrededor, mientras él explicaba con claridad fenómenos ecológicos, la flora y fauna locales, y la importancia de la geología del terreno.
“Siempre que tengo la oportunidad de estar con Bob y aprender de él, la aprovecho”, dijo Ken Szijarto. “Tiene una forma excelente de explicar los procesos naturales.” Su esposa, Karen, añadió que esta inmersión fue un antídoto perfecto: en medio de rutinas, distracciones y exigencias, muchas veces olvidamos detenernos y apreciar la maravilla que existe justo frente a nosotros.
La urgencia de involucrar a los jóvenes
Entre los participantes se encontraba Ross Pityk, de Innisfil, voluntario en programas educativos de la cuenca del Lago Simcoe. Con dos décadas de experiencia en grupos ecológicos, reconoció en Bowles a una figura legendaria local y lamentó la dificultad para captar el interés de las generaciones más jóvenes.
“Llevamos 22 años involucrados en grupos del condado de Simcoe y luchamos por atraer jóvenes”, comentó. “Siempre lo intentamos, pero es un reto”.
Ken secundó esa idea: “Desearía que más jóvenes estuvieran aquí. No creo que sean desinteresados, pero muchos no tienen tiempo: escuela, empleo, etcétera”.
Una presencia destacada fue Hannah Sun, quien reside desde hace cinco años en Oro‑Medonte y suele caminar en Copeland para relajarse. Confesó que ignoraba la trascendencia ecológica del lugar hasta ese día. “Ahora que lo sé, seré más consciente de lo que puedo hacer para proteger este entorno. Este lugar es muy importante: debemos actuar, con todo lo que esté a nuestro alcance”.
La Moraine de Oro: una joya geológica esencial
Bowles no solo aporta pasión y entusiasmo, sino un profundo conocimiento científico. Para él, la Morraina de Oro constituye el rasgo geográfico más relevante de la zona. Fue moldeada hace unos 12 000 años al final de la glaciación. Está formada por depósitos de sedimentos, arenas y gravas que quedaron tras el retroceso de los glaciares.
En la región, la moraine se extiende aproximadamente 21 km de longitud por 6 km de ancho, cubriendo cerca de 141 km².
Muchos de los bosques y humedales del Copeland Forest se apoyan en esta estructura.
La importancia ecológica es múltiple:
Funciona como zona de recarga de agua subterránea, filtrando y almacenando agua que alimenta acuíferos y mantos freáticos.
A lo largo de sus bordes emergen corrientes, arroyos y ríos que dan origen a cuencas fluviales que desembocan en los lagos Simcoe y Georgian Bay.
Los humedales actúan como esponjas naturales: absorben el agua de tormentas, la liberan gradual y fuera de peligro de inundaciones, purifican el agua y proporcionan hábitat para numerosas especies acuáticas.
El bosque interior robusto brinda refugio para especies que requieren ambientes sin perturbaciones; en Copeland se han identificado especies en peligro, especies amenazadas y especies de interés especial.
Los humedales y estanques dentro del bosque son esenciales para reptiles como tortugas (muchas con estado de riesgo) y anfibios.
Se ha observado vegetación rara o poco común: lirios, especies de artemisa, helechos, líquenes indicativos de bosques maduros, entre otros.
En conjunto, esta área —también llamada el mayor bosque elevado contiguo al sur del Parque Algonquin— representa un remanente valioso de integridad ecológica.
Amenazas: desarrollo, fragmentación y presión humana
Bowles advierte que la Moraine de Oro se encuentra bajo amenaza creciente. En zonas como Horseshoe Valley y Craighurst se planean desarrollos residenciales que podrían fragmentar la continuidad ecológica.
Él cuestiona la urgencia del crecimiento: Oro‑Medonte proyecta un aumento modesto de población, y sin embargo, las presiones inmobiliarias apuntan hacia la Moraine.
El bosque Copeland ya experimenta efectos negativos de la recreación: senderos adicionales, tránsito excesivo, y perturbaciones de hábitat. Bowles ha iniciado un inventario biológico para documentar cómo cambian las especies con el tiempo y para ofrecer una base científica para la conservación.
Otra preocupación es la proliferación de especies invasoras como phragmites (caña común) y Japanese Barberry, que compiten con especies nativas y no ofrecen alimento o refugio adecuado.
barrietoday.com
Un hecho reciente que ilustra la vulnerabilidad del terreno: en 2022 un estanque artificial dentro de Copeland sufrió una ruptura de dique, provocando graves daños en caminos cercanos, ya que el terreno arenoso facilitó la erosión.
barrietoday.com
Caminatas que inspiran acción
Los paseos guiados por Bowles no son solo recorridos interpretativos: son oportunidades para despertar el sentido de pertenencia ecológica. Bajo su dirección, los participantes escuchan de primera mano la sinfonía oculta del bosque: el canto de aves, el crujido de hojas, los hongos descomponiendo materia, las raíces que sostienen la tierra.
Estos eventos ofrecen múltiples beneficios:
Educación inclusiva: intergeneracional y accesible, abre puertas para quienes nunca han escuchado términos como “acuífero” o “especie en peligro”.
Conciencia local: al conocer el valor de su entorno cercano, los residentes se vuelven defensores informados.
Voluntariado científico: la caminata motiva a que muchos deseen colaborar en el inventario, la restauración o la vigilancia ambiental.
Presión social y política: cuando la comunidad se moviliza, exige normas de protección, moratorias de desarrollo y planes amigables con la naturaleza.
Bowles ya gestiona grupos regulares, invitando voluntarios a mapear especies en secciones diferentes del bosque cada semana.
Para él, proteger Copeland no significa impedir el disfrute humano, sino preservar su integridad para que ese disfrute sea sostenible.
Un llamado para todos
Nos encontramos en una era donde el cambio climático, la urbanización y la pérdida de hábitat demandan nuevas formas de relacionarnos con la naturaleza. Las caminatas interpretativas como las de Bowles —con conocimiento, comunidad y humildad— nos recuerdan que la protección ambiental no es tarea de unos pocos expertos, sino responsabilidad compartida.
Todos podemos contribuir: participar en estos eventos, apoyar asociaciones como Copeland Forest Friends, presionar a los gobiernos locales para planes de uso de suelo sostenibles, ayudar en monitoreos ciudadanos de flora o fauna, reducir huellas locales (uso de agua, evitar plásticos, respetar senderos), y sembrar la semilla del aprecio en jóvenes.
Cuando caminamos, hablamos y aprendemos, no solo conectamos con el verde del bosque, sino con nuestra esencia y nuestro futuro colectivo.